que cegaron mi razón.
Entraste como dulce brisa,
a entregarme oídos y corazón,
y yo caí como un inocente niño.
No veo retorno de este crudo abismo,
no soy tan fuerte para trepar a la luz.
Encuentro imposible ya vivir,
si te conviertes en un fantasma
que me atormente de por vida.
Venís, me hablás y te esfumás,
cual picaflor en primavera.
La pena es tan grande,
y mis brazos ya no aguantan,
cargar con esta pesada cruz.
Pero mi corazón es mi mente,
y sigue con esta eterna tortura.
Mis latidos son mi voz,
que susurra, languideciendo,
un sentido y fuerte "te amo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario