Cual trapecista en una cuerda floja,
vivo al filo de caer en el rechazo,
o de ver en las alturas infinitas,
la inmensidad del amor que te tengo.
Un amor que vence y lo puede todo,
que nos hace ser un plural de dos mitades,
viviendo sin deberle nada a nadie,
sumergidos en un mar de cariño.
Entremezclados en matices aterciopelados,
distorsionados por el claroscuro de una mirada.
Así estamos, siendo nuestros, nosotros,
perdidos, pero en constante encuentro.
En la lejanía, profunda y desesperante,
pinto las nubes del color de tus ojos,
para tenerte siempre presente,
hasta en la penumbra más abundante.
Con vos siento que vuelo,
que floto, que planeo,
que vuelo más alto,
que caigo.
Se siente hermoso.
Cada día te regalo mi asombro,
como quién se deja llevar inconscientemente
por un viento de incertidumbre,
bañado en intriga y deseo.
Tu nombre, el vocablo más perfecto que brota de mis labios,
le da significado a mi incompleta vida,
y que al ser tiernamente nombrado,
queda atado a mi vida.
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